Autor: Daniel Navarro Cueto 1 2
1 Universidad de Sevilla, Sevilla, España
2 Centro Guaman Poma de Ayala, Cusco, Perú
En Cusco, al igual que en muchas otras ciudades de Latinoamérica, encontramos
no una si no dos ciudades bien diferenciadas. Una, la formal, que responde a
una planificación urbana, con viviendas construidas por profesionales y
habitada por la población de los estratos sociales medios y altos.
Otra, la informal, producto de una ocupación espontánea y
desordenada del territorio, cuya morfología urbana se caracteriza por un plano
irregular, con viviendas autoconstruidas por las propias familias, usos
exclusivamente residenciales o con actividades económicas menores y con
población de los estratos sociales más bajos.
A menudo se achaca esta situación a la migración masiva del campo
a la ciudad. Sin embargo, las causas deben buscarse en un sistema
socioeconómico generador de desigualdades y en la incapacidad de los gobiernos
locales de gestionar la expansión urbana, centrando a menudo todo su accionar
en la ciudad formal y dando la espalda a la ciudad informal.
En “el ombligo del mundo”, los cerros son ocupados no sólo por
migrantes rurales, si no también por población de la ciudad que no puede
afrontar el alza de los precios del suelo a causa de la presión turística, generando
un proceso de gentrificación que lleva a la movilidad residencial intraurbana
de los sectores populares.
La informalidad en la que se lleva a cabo el proceso de ocupación conlleva la falta de reconocimiento por parte de
la Municipalidad y la deficiente cobertura de los servicios de saneamiento
básico, agua, desagüe y recogida de basuras. Lo que genera, por un lado, un
aumento de la exclusión social de estas poblaciones, y por otro lado, el
vertido de residuos líquidos y la acumulación de residuos sólidos en las
quebradas, con el consecuente impacto ambiental y para la salud.
Este crecimiento desordenado lleva a que gran parte de la
población se encuentre expuesta a sufrir un desastre debido a la ocupación de
zonas de peligro y a las condiciones de vulnerabilidad. Los peligros más
recurrentes son los deslizamientos y las inundaciones que se han visto
intensificados a causa de malas prácticas de manejo del territorio. Por otro
lado, la vulnerabilidad se debe a las condiciones de construcción precarias de
las viviendas y a los limitados recursos económicos de la población.
A pesar de este panorama, no todo es negativo en la ciudad
informal. Una de sus fortalezas es el alto grado de cohesión y organización
social a través de asociaciones barriales que tienen por objetivo el logro del reconocimiento legal del barrio y la
dotación de servicios básicos. Las raíces de estas
prácticas de reciprocidad y colectivismo pueden encontrarse en las formas de
organización social de la cultura andina del ayni y de la minga.
Frente a ello, en la ciudad formal el interés por la organización
y participación vecinal es prácticamente inexistente debido fundamentalmente a
una cultura de la individualidad y al hecho de tener cubiertos los servicios
básicos.
Una población con un elevado capital social será una
población más resiliente (Pelling 2003). La sociedad civil
organizada es capaz de prestar ayuda mutua, realizar trabajos comunales,
incidir en políticas públicas y llegar donde el Estado no lo hace.
Por todo lo anterior, dos de los grandes retos a los que se enfrenta
Cusco para reducir el alto riesgo de padecer un desastre consisten en
fortalecer el capital social, más allá de la demanda de los servicios básicos,
mediante estrategias participativas e intervenciones urbanas integrales y en
implementar políticas de dotación de suelo y vivienda segura a precios
asequibles para los sectores más populares en las zonas formales reduciendo así
el nivel de segregación socioespacial.
Foto: Evgeni Lykov |
BIBLIOGRAFÍA
Pelling, M., (2003). The Vulnerability of Cities: Natural
disasters and social resilience., London: Earthscan Publications Ltd.
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